Verea García, Ramón Silvestre (1833-1899). Inventor, periodista y escritor español. Ramón Verea nació en San Miguel de Curantes, pequeña aldea del concejo pontevedrés de La Estrada, en una familia de labriegos acomodados. Recibió los rudimentos educativos de un tío suyo clérigo, mostrando una inteligencia muy despierta y una especial capacitación hacia la mecánica.  En 1846, ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago de Compostela. Entre 1848 y 1854, estudió la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de Santiago, del que fue expulsado a causa de su rebeldía intelectual contraria a la fe católica, a pesar de encontrarse becado y tener un magnífico expediente académico.

En 1855, Verea emigró a Cuba (por entonces colonia española). Trabajó como maestro de escuela en Sagua la Grande y en Colón, ciudad donde también aprendió el oficio de periodista (cajista, corrector y redactor) en el diario El Progreso (hacia 1860), que llegó a dirigir (1862) y en el que publicó en forma de folletín dos novelas propias, La cruz de Cobblestone y Una mujer con dos maridos, que proporcionaron un aumento de lectores al diario a pesar de (o a causa de) sus intríncados y provocativos argumentos. En 1863, inventó una máquina de plegar periódicos.  Dos años más tarde, con el inglés aprendido en Cuba, Verea se instalaba en Nueva York tras una breve estancia en Puerto Rico (también colonia española). En la metrópoli norteamericana, se empleó como profesor de español, traductor y viajante de maquinaria e intentó patentar su plegadora, pero por falta de financiación terminó vendiendo la idea a un especulador neoyorquino.  

En 1867, retornó a Cuba para establecer en La Habana una agencia de importación de novedades tecnológicas. Aunque el negocio no rindió lo esperado, sí le sirvió para entablar contactos con inventores, fabricantes e intermediarios. En 1874, trabajó de cambista entre La Habana y Nueva York y fue entonces cuando se planteó la necesidad de un aparato capaz de calcular las equivalencias entre oro y dinero y entre divisas.  En 1875, asentado ya en Nueva York,  fundó una agencia industrial para la compra de máquinas e inventos. En 1877, se convirtió en director del periódico El Cronista, el primero editado en castellano en los EE.UU. (1842).

En 1878, Verea obtuvo una patente norteamericana (nº 207918) por una máquina de calcular. Se trataba de un aparato mecánico hecho en hierro y acero, de 26 kilos de peso y 35,5 centímetros de largo por 30,5 de ancho y 20,3 de alto, capaz de sumar, restar, multiplicar y dividir cifras de nueve dígitos. Lo novedoso del invento consistía en el método directo de multiplicación, pues hasta entonces esta operación matemática se realizaba haciendo sumas repetidas. Así, por ejemplo, para obtener 23 veces 44 (=1012) se colocaba la máquina en el 23 y se giraba la manivela cuatro veces (23+23+23+23=23x4=92); a continuación, se sumaban cuatro veces 230 (230+230+230+230=230x4=920), obteniéndose el resultado (1012=92+920). Por el contrario, la máquina de Verea podía multiplicar directamente (sin recurrir a sumas) y en un solo movimiento mecánico un número de nueves cifras por uno de seis en apenas 20 segundos, lo que la convertía en la calculadora más veloz y potente de su tiempo. Semejante proeza pareció deberse a la mejora del mecanismo de multiplicación directa (pero con varios movimientos de manivela y menor capacidad de cálculo) patentado entre 1872 y 1875 (en EE.UU., Gran Bretaña y Francia) por Edmund D. Barbour (1841-1925), un rico comerciante y filántropo bostoniano que jamás llegó a difundir su invención, pero que tal vez Verea sí llegó a conocer por motivo de su actividad de agente industrial.  Mientras el sistema de Barbour empleaba ocho cilindros, el de Verea  disponía de un único prisma de diez caras, cada una con una columna de agujeros de diez diámetros diferentes (al estilo de los telares Jacqard o del alfabeto Braille). Asimismo, Verea quizá pudo inspirarse en el primer calculador mecánico con éxito comercial, el aritmómetro inventado en 1820 por el financiero francés Charles X. Thomas (1785-1870), o en la máquina diferencial del ingeniero estadounidense George B. Grant (1849-1917), patentada en 1872 y presentada con gran aceptación en la Exposición de Filadelfia de 1876.           

Aunque su calculadora fue galardonada en la Exposición Mundial de Inventos de 1878 en Matanzas (Cuba), Verea sólo llegó a construir tres ejemplares y nunca pensó en una explotación a gran escala. Según declaró, diseñó la máquina para demostrar que los españoles podían ser tan buenos inventores como los de otras naciones más avanzadas tecnológicamente. Con todo, la calculadora sí fue reconocida por la comunidad científica y seguramente influyó en otros computadores mecánicos de multiplicación directa como el “Multiplier” (1887) del inventor francés Léon Bollée (1870-1913), el “Millionaire” (1892) del ingeniero suizo Otto Steiger (1858-1923) o la “Standard” (1894) del mecánico norteamericano William W. Hopkins (1850-1916).

Entre 1879 y 1881, Verea retornó a su Galicia natal. De regreso a Nueva York, fundó la imprenta El Polígloto (1882) y la revista mensual ilustrada El Progreso (1884), defensora del librepensamiento, divulgadora de avances técnicos y científicos y con una amplia difusión por Hispanoamérica y también en los EE.UU. La revista carecía de anuncios y subvenciones, sufragándose con las aportaciones de los suscriptores y la venta en quisocos. Asimismo, la publicación sirvió de tribuna para el propio Verea, cuyos sagaces artículos criticaban sin medias tintas los vicios y corrupciones de la sociedad del momento, las monarquías, las religiones o el imperialismo estadounidense, convirtiéndose en un brillante adalid de las causas del progreso, de la igualdad, del feminismo y de los indígenas, así como del papel jugado por España en América. Muchos de estos artículos aparecieron reunidos y editados en diversos volúmenes: Contra el altar y el trono (1890), La religión universal (1891), Catecismo librepensador (1894), En defensa de España (1896).

En 1895, a consecuencia de sus críticas a la política de los EE.UU. en Latinoamérica, Verea tuvo que abandonar Nueva York y se trasladó a Guatemala, donde fue recibido con todos los honores. En 1897, se instaló en Buenos Aires, donde fundó y dirigió otra revista también llamada El Progreso (1898). Un año después, debido a una afección pulmonar, Ramón Verea fallecía en la capital argentina a la edad de 65, solo y empobrecido. En 1930, su máquina de calcular pasó a formar parte del museo de International Business Machines (IBM) en White Plains (Nueva York).

Autor y editor: Luis Fernando Blázquez Morales