Museo Virtual

Molero Giménez, Federico

Patente nº 138145
Patente nº 138145
Patente nº 138917
Patente nº 138917
Patente soviética nº 81140 de 1942 (método para fabricar espejos)
Patente soviética nº 81140 de 1942 (método para fabricar espejos)
Heliostato soviético (1958)
Heliostato soviético (1958)
Patente nº 341993 de 1967 (procedimiento de desplazamiento y montaje de piezas prefabricadas de gran superficie)
Patente nº 341993 de 1967 (procedimiento de desplazamiento y montaje de piezas prefabricadas de gran superficie)
Patente nº 345961 de 1967 (procedimiento de desplazamiento y montaje de piezas prefabricadas de gran superficie)
Patente nº 345961 de 1967 (procedimiento de desplazamiento y montaje de piezas prefabricadas de gran superficie)

Molero Giménez, Federico (1908-1969). Ingeniero, físico, investigador y político español, uno de los pioneros de la energía solar. Nació en Almería, dentro de una acomodada familia liberal de la burguesía local. Su padre, Federico Molero Levenfeld (1878-1910), era capitán de ingenieros y fue secretario en la jefatura de explotación de la Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España e ingeniero de obras en el puerto de la ciudad andaluza, donde también desempeñó el puesto de director técnico de una central eléctrica de la Compañía Anónima Mengemor. Su tío paterno, José Molero Levenfeld (1872-1944), era ingeniero de caminos y había participado en la construcción de diversas líneas de ferrocarril (Almería-Linares, Almería-Tabernas) y en distintas obras portuarias (Almería, Adra, Alborán), llegando a ocupar la Jefatura de Obras Públicas en la provincia almeriense.

Huérfano de padre a edad muy temprana, Federico Molero Giménez comenzó los estudios de secundaria en el instituto de su ciudad natal y en 1917 se trasladó a Madrid junto a su madre, siendo matriculado en el prestigioso Colegio de Nuestra Señora del Pilar (a cargo de la orden marianista y sito en el barrio de Salamanca). Dotado de una prodigiosa memoria (era capaz de recitar toda una obra teatral con solo haberla oído una vez), Molero aprendió en el colegio pilarista además varios idiomas, para luego ingresar en la Escuela de Ingenieros de Caminos, carrera que realizó compaginando estudios de física. En 1930, se graduaba con excelentes notas como el ingeniero de caminos más joven del país (solo 22 años).

A principios de aquel año, comenzó su activismo político al ingresar en el Partido Comunista de España (PCE), donde llegó a dar mítines, escribir informes internos y publicar artículos periodísticos. En 1931, obtuvo una plaza de funcionario en el Ministerio de Obras Públicas (MOPU), dentro de la Dirección General de Obras Hidráulicas, siendo destinado de ingeniero a la Diputación de Almería. Asimismo, en dicha ciudad durante aquel año, militó unos meses como vocal del Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) y llegó a ser vicepresidente del equipo futbolístico Cultural Deportivo Almeriense, tal vez en continuación de la afición familiar hacia el deporte, ya que su padre había vicepresidido la Sociedad de Concursos de Hípica de Almería (1907). También ese año de 1931, Molero hizo una breve incursión en el medio literario al ver publicada su comedia Isabel o los guiones de Enrique Vallespín.

En 1932, Molero fue nombrado presidente de la sección almeriense del Socorro Obrero Español, recién constituida para crear parques y sanatorios infantiles, facilitar adopciones temporales de niños pobres y auxiliar a la clase trabajadora ante catástrofes naturales o necesidades económicas como despidos o huelgas. En ese año, resultó detenido junto a otros líderes comunistas almerienses como Juan García Maturana (1907-1990) por encabezar una manifestación no autorizada a la salida de un mitin sindical, lo que motivó que le incautaran una pistola y ser encarcelado durante algunos meses. A principios del año siguiente, volvió a ser detenido en una asamblea obrera, pero fue puesto en libertad sin dilación ante la amenaza sindical de una huelga general en toda la provincia de Almería. Gracias a su holgada posición económica y a su culta formación, Molero fue muy útil para su partido, ya para financiarlo, ya como hábil orador y articulista de verbo incendiario muy crítico con los valores burgueses, las divisiones internas del partido o hacia socialistas y anarquistas. En 1933, formó parte de la lista del PCE como candidato a diputado por Almería, recibiendo 8375 sufragios en las elecciones generales de noviembre, aunque no fue suficiente para obtener el escaño (pese a ser el comunista más votado en su circunscripción).

Tras su fracaso en la política nacional, se le impidió reingresar en su puesto de la Diputación Provincial, así que tuvo que desplazarse a Madrid como ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Guadarrama (dependiente del MOPU). En 1934, estuvo seis meses en los EEUU, en Denver (Colorado), becado por la Junta de Ampliación de Estudios con el propósito de inspeccionar obras hidráulicas y de adquirir mejores conocimientos sobre esta energía.

A su retorno a España, Molero registró en mayo de 1935 su primera patente  (nº 138145) en colaboración con el también ingeniero de caminos José Soto Burgos (1909-1987), lo que hasta cierto punto no deja de ser contradictorio viniendo de un militante comunista cuyo ideario se oponía a las formas de propiedad privada (y una patente lo es). La invención versaba sobre un dispositivo de cable transportador para deportes de nieve, es decir, un sistema de remonte para subir a los esquiadores, resultando asimismo chocante al tratarse de una actividad deportiva por entonces muy elitista, si bien Molero durante su estancia en Colorado pudo verse influido por la creciente popularidad del esquí o por conocer alguno de estos aparatos. 

En cualquier caso, la innovación de Molero y Soto pretendía evitar los costosos y molestos inconvenientes de instalación, uso y mantenimiento de las habituales instalaciones elevadas, cuyos cables continuos de transporte, dispuestos en apoyos intermedios permanentes, estaban expuestos a las inclemencias meteorológicas y, por tanto, se dificultaba el normal funcionamiento, acortándose su vida útil. Así, el nuevo sistema prescindía de los apoyos intermedios haciendo que el cable sin fin se arrastrara sobre la propia nieve y no en elevación. Con objeto de que no se hundiese en la nieve ni perdiera potencia a causa de su rozamiento con la misma, el cable se movía sobre una pista endurecida y asimismo podía recogerse durante el tiempo en que no se utilizase para así no verse afectado en caso de temporal, todo ello sin perder la tensión necesaria para su correcto funcionar. Para garantizar esto último, el cable iba provisto de unas bolas cada cierta distancia (con el fin de aumentar la adherencia) y de dos poleas situadas respectivamente en los puntos más alto y más bajo del recorrido. La polea de arriba llevaba un motor de rotación para mover el cable, mientras que la de abajo iba colocada sobre el trineo de transporte.

La patente de Molero y Soto (también registrada en Francia en 1936 con el nº 805466) fue concedida por la administración española en julio de 1935, pero caducó dos años después al no quedar acreditada su práctica. No obstante, el invento sí fue construido en el puerto de Navacerrada (su primer sistema de remonte) para subir al pico de la Bola del Mundo (de 2265 metros) y sirvió para llevar municiones a la artillería destacada en su cumbre durante la Guerra Civil.

En julio de 1935, Molero (ahora en solitario) presentó su segunda patente (nº 138917), sin duda mucho más ambiciosa. Se trataba de una central helioeléctrica para el aprovechamiento industrial de la radiación solar mediante su transformación en electricidad (aunque también en cualquier otra fuente de energía), algo realmente innovador en una época (al igual que la nuestra) dominada por los combustibles fósiles (carbón y petróleo), por lo que este invento de Molero suponía ya un importante antecedente de la tecnología sobre energías alternativas y ecológicas con el propósito consciente de aprovechar fuentes baratas y casi ilimitadas.

En el Archivo Histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas (AHOEPM) pueden encontrase en el periodo comprendido entre 1878 y 1938 apenas una treintena de patentes relacionadas con diversas máquinas, aparatos o procedimientos para  aprovechar el calor solar como fuente de energía, y solicitadas por inventores españoles y de otros países como Francia, EEUU, Alemania, Italia, Holanda, Reino Unido, Portugal y Argentina.

Entre ellos, destacan los franceses Augustin Mouchot (1825-1911) y Charles Tellier (1828-1913). Por ejemplo, Mouchot desarrolló el colector parabólico (1868), una máquina de vapor alimentada por el calor del sol (1869) y un generador solar (1878), llegando a fundar la Société Centrale d’Utilisation de la Chaleur Solaire (1881). Otros importantes inventores extranjeros en este ámbito fueron el astrónomo alemán Adolf Marcuse (1860-1930) y el ingeniero estadounidense Melvin Linwood Severy (1863-1951), así como el científico y sacerdote portugués Manuel António Gomes Himalaya (1868-1933), inventor del pirelióforo (literalmente “devorador del fuego del sol”), aparato que utilizaba la radiación solar para generar un calor de 3500ºC (capaz de fundir la mayoría de los metales) y que fue premiado en 1904 en la Exposición de Universal de Saint Louis (EEUU). Con todo, a comienzos del siglo XX,  los principales pioneros de la energía solar fueron el ingeniero estadounidense Frank Shuman (1862-1918) y el físico británico Charles Vernon Boys (1855-1944), fundadores de la Sun Power Company (1908), empresa dedicada a la construcción de grandes plantas energéticas solares implementadas con espejos reflectores, cajas colectoras y turbinas de vapor a baja presión, consiguiendo establecer en Maadi (Egipto) la primera estación de energía termosolar (1912), con una potencia de 60-70 CV y capaz de bombear unos 22700 litros de agua por minuto para el riego de campos de algodón.

Entre los inventores españoles, se encuentran los ingenieros militares Isidro Cabanyes Olzinellas (1843-1915), Eusebio Molera Bros (1847-1932) y Juan Cebrián Cervera (1848-1935), estos dos últimos afincados en California, o los médicos José Girona Trius (1872-1938) y Joaquín López Abadía (1881-1957). De todos ellos, el más destacado es Cabanyes, responsable de un reflector solar para alimentar una bomba de vapor extractora de agua con destino a la agricultura (1890) y asimismo de un motor aéreo-solar (protegido entre 1902 y 1906 mediante seis patentes en España, Francia, Suiza y Gran Bretaña) que llegó a plasmarse en tres prototipos operativos en Cartagena y Madrid.

La central helioeléctrica patentada por Molero no intentaba resolver tanto un problema tecnológico como el problema del rendimiento económico. Según el inventor almeriense, la curva de consumo de radiación solar (en lugares de latitud poco elevada) sufre un desajuste o desfase en relación a las horas de producción (de seis de la mañana a seis de la tarde). Para lograr el equilibrio y un mejor aprovechamiento, era preciso producir (por medio del sol) vapor recalentado a alta presión para la alimentación del generador (una turbina de vapor condensado) y de un acumulador térmico (situado en la propia central o a distancia de ella). A fin de garantizar la continuidad del suministro eléctrico, las diferencias en la intensidad de la luz solar podían suplirse mediante diversos procedimientos (aplicables según las circunstancias): un horno suministrador de vapor dentro de la central (en caso de ausencia del calor del sol), la interconexión de la planta con una central hidroeléctrica económica (con poco caudal y gran embalse) de la que se podrían utilizar sus alternadores y, por último, ampliando la capacidad del acumulador de la propia planta (siempre que ello resultase factible desde un punto de vista económico).

La central debía ubicarse en lugares semidesérticos, pero de fácil abastecimiento hidráulico gracias a la proximidad de algún río. Aunque Molero era consciente de que el generador empleado consumía mucha agua, ésta podía reutilizarse para riego, consumo humano o uso industrial. El elemento fundamental de la central helioeléctrica era el hogar solar (heliostato), compuesto por espejos cilíndricos orientados en dirección norte-sur y capaces de concentrar los rayos solares en tuberías contenedoras de agua que hacían la función de una caldera generadora de vapor. Además, los espejos estaban hechos preferiblemente en metales poco absorbentes de la luz e inalterables ante los agentes atmosféricos, pudiendo girar en todo momento para recoger de manera óptima las variaciones lumínicas a lo largo del día, gracias a un mecanismo motor accionado y regulable mediante termostatos o células fotoeléctricas (responsable igualmente de emitir señales de alarma en caso de producirse fallos en el giro).  

No obstante, el mayor reto se encontraba en la conservación del calor en las tuberías, por lo que la superficie de las mismas debía tener un elevado coeficiente de absorción, conseguido gracias a estar rodeadas por una lámina hecha con un material reflector de color oscuro, resistente a la corrosión y a las altas temperaturas. Dicha lámina tenía una estrecha abertura coincidente con el foco del espejo e iba soldada a otra lámina hecha en algún material que dejara pasar fácilmente el calor (como el cristal de las ventanas). Además, el espacio entre la tubería y la lámina envolvente estaba vacío al efecto de impedir la disipación energética lo más posible.

Para evitar el sobrecalentamiento o la dilatación de los componentes, el sistema estaba equipado con dispositivos refrigeradores mediante aire comprimido o con la propia agua de las tuberías. Otra dificultad estribaba en cómo conciliar el movimiento giratorio de las envolturas y los espejos alrededor de los conductos del agua. Molero consideraba que esto podía realizarse a través de unos anillos de grafito que actuaran como cojinetes sin lubricante para asegurar el aislamiento por vacío. 

En febrero de 1936, Molero solicitó otra patente (nº 141272) relacionada con la misma fuente energética natural. En esta ocasión, se trataba de una caldera vaporizadora solar que venía a ser un perfeccionamiento de su anterior invento en cuestiones como la envoltura aislante de las tuberías, la refrigeración, el dispositivo de giro o el diseño de los espejos y de las conducciones, incluyendo también un colector y exclusivamente células fotoeléctricas para accionar el motor. Estas dos patentes fueron concedidas (en setiembre de 1935 y abril de 1936 respectivamente), aunque quedaron caducadas en 1937 por no tener la preceptiva puesta en práctica, con toda probabilidad a causa del estallido de la Guerra Civil.

La sublevación militar de julio de 1936 sorprendió a Molero en la zona franquista mientras descansaba en el balneario burgalés de Sobrón en compañía de su mujer (también comunista). Ambos pudieron alcanzar el sector republicano tras una arriesgada peripecia en la que alquilaron un coche y simularon que él era un rico industrial (su porte aristocrático y su procedencia familiar lo favorecían) y que su esposa estaba embarazada y necesitada de tratamiento en Madrid, teniendo además que ocultar los carnets del partido en las medias de ella para poder sortear los controles que encontraban a su paso.

Una vez en la capital, Molero se puso al servicio del gobierno con la tarea de organizar el abastecimiento de agua a la ciudad a través del Canal del Lozoya (hoy de Isabel II), considerando prioritaria la protección de los depósitos de la ciudad y de los embalses de la sierra madrileña. Gracias a Molero, se consiguió duplicar el suministro y que éste no se interrumpiera durante los casi tres años de asedio de la capital. Para todo ello fue nombrado comandante y puesto al mando de una unidad militar (conocida como “Batallón del Subsuelo”) perteneciente al Cuerpo de Ingenieros del Ejército Popular y formada por poceros, albañiles, mineros y técnicos de la construcción.

En noviembre de 1936, se le encargó la jefatura del sistema madrileño de fortificaciones, llegando a tener hasta 30000 personas bajo su dirección. Su labor resultó decisiva para la defensa y la resistencia de la ciudad ante el avance y el sitio de las tropas nacionalistas. Se perfeccionaron las barricadas existentes, se hicieron otras nuevas y fueron mejorados los preparativos para la voladura de instalaciones (puentes, edificios y calles) en los puntos más amenazados mediante la apertura de galerías y minas aprovechando la red subterránea de alcantarillado. Incluso, el propio Molero ideó en aquel mismo mes unos cartuchos explosivos (rellenos de dinamita, tierra y metralla) improvisados a partir de pequeñas secciones cortadas de las tuberías de la canalización del agua y que fueron usados contra los legionarios y soldados marroquíes que estaban avanzando por el madrileño paseo de Moret (junto al Parque del Oeste), frenando así su ofensiva.  A lo largo del asedio de Madrid, las unidades de zapadores y minadores dirigidas por Molero pusieron en jaque a las fuerzas franquistas gracias a su conocimiento del entorno subterráneo y a una constante capacidad de sorpresa, teniendo un papel muy relevante en los combates de la Ciudad Universitaria.

Ante el colapso del ejército republicano en Madrid en la primavera de 1939, Molero partió (sin su mujer ni su hija) hacia Valencia para embarcarse con destino a la colonia francesa de Orán (Argelia). Allí fue confinado en un campo de internamiento donde desempeñó el liderazgo de los refugiados españoles. Finalmente, pudo ir a Francia y tomar un barco en el puerto de El Havre para exiliarse en la URSS, donde sirvió como ingeniero en la construcción de grandes presas en las repúblicas soviéticas del Asia Central durante la IIª Guerra Mundial y se doctoró en 1944 en Ciencias Físicas con una tesis sobre la utilización de la energía del sol para la producción industrial de vapor, lo que le valió ser nombrado director del Instituto de Energía Solar de la Academia de Ciencias de la URSS.

Con residencia en Taskhent (Uzbekistán), Molero presentó a principios de 1945 un convertidor solar. El aparato consistía en un espejo paraboloide de diez metros de diámetro y montado sobre un armazón ligero parecido a unas alas de avión. La superficie del espejo estaba hecha de cristal corriente de ventanas y podía doblarse sin precalentamiento hasta adquirir la forma deseada. El convertidor era capaz de producir agua caliente a razón de 200 litros por minuto y también vapor súper calentado a una temperatura de 470ºC (suficiente para fundir metales como el hierro). Dado que el dispositivo lógicamente no funcionaba en días nublados, su aplicación estaba destinada a sectores económicos donde el consumo y la producción de energía coincidiesen, en especial bombas de vapor para irrigar campos o dar de beber al ganado en las áridas estepas de Asia Central, aunque también para refrigerar y fabricar hielo. Un año después, Molero realizó en una fábrica de Taskhent una demostración de su convertidor solar aplicado a una caldera de vapor con una presión de dos atmósferas.

Se llegaron a construir varias plantas termosolares en la URSS (Uzbekistán y Armenia) a partir de la tecnología inventada por Molero. Alguna de ellas tenía hasta 1300 espejos (cubriendo una superficie de dos hectáreas), podía generar anualmente 2,5 millones de kilovatios-hora para el consumo de los agricultores o incluso producir 350 kilos diarios de hielo. Sin embargo, el gobierno soviético desatendió esos proyectos a finales de la década de 1950 para apostar decididamente por otras fuentes de energía como el carbón, el petróleo, la hidroelectricidad y la atómica. Ante el creciente desinterés gubernamental, Molero no tuvo más remedio que dedicarse a otras funciones como la dirección de obras hidráulicas, el diseño de defensas costeras o investigar mejoras en el hormigón.

Durante su exilio en la URSS, Molero registró siete patentes (en realidad certificados de autoría o de reconocimiento) entre 1940 y 1959 (nos. 64025, 64618, 66198, 81140, 124093, 124875 y 140975). Las cuatro primeras (hasta 1942) versan sobre sus invenciones relacionadas con la energía solar (material absorbente, caldera de vapor o método de fabricar espejos). Las tres restantes (desde 1955) se refieren a cuestiones constructivas de las obras hidráulicas (juntas y cubiertas de hormigón pretensado).

En 1966, Molero regresó a España para una estancia de tres meses sin ser por ello represaliado por su pasado comunista o por su papel jugado durante la contienda civil. En 1967, fijó su residencia en Madrid, participando en la construcción del trasvase Tajo-Segura (iniciada un año atrás), lo que significó una excelente oportunidad para que Molero desarrollara y perfeccionara las innovaciones en ingeniería hidráulica de su etapa soviética. Para ello, montó un gran taller en el barrio de Vallecas donde poner en práctica y experimentar hasta diez nuevas patentes españolas (nos. 341993-341997, 345961, 348931, 348932, 354480 y 354545), registradas en 1967 y 1968. Estas últimas patentes de Molero tratan sobre diversos procedimientos relacionados con la ingeniería hidráulica: desplazamiento y montaje de piezas prefabricadas de gran superficie, vibrado del hormigón en superficies inclinadas, pretensado de grandes tramos, construcción de juntas, de grandes superficies reflectoras, de estructuras de gran tamaño (canales prefabricados), moldeado de elementos constructivos (paredes) y fabricación de piezas de hormigón de grandes dimensiones. Ocho de estas patentes, además, fueron recogidas en una sola (procedimiento de construcción de obras mediante elementos prefabricados) que fue registrada en 1968 (bajo el nº 2822) en la Oficina Africana y Malgache de la Propiedad Industrial (OAMPI), con sede en Yaoundé (Camerún).

Sin embargo, esta hiperactividad inventiva de Federico Molero se vio truncada con su fallecimiento en Madrid a causa de una peritonitis sobrevenida después de ser operado de úlcera estomacal. Aunque en la década de 1990 la energía solar comenzó a ser una seria alternativa gracias a las células fotovoltaicas, hoy en día éstas coexisten con los heliostatos como los concebidos por Molero, presentes en centrales eléctricas no contaminantes, tanto en España (precisamente en su natal Almería) como en otras partes del globo (EEUU, Norte de África, China, Sudáfrica, Golfo Pérsico). Por todo ello, no cabe duda que la importante figura histórica y científica de Federico Molero merecería un mayor reconocimiento en nuestro país y a nivel internacional.

Autor: Javier Ezcurdia Arzola

Editor: Luis Fernando Blázquez Morales

BIBLIOGRAFÍA

IMÁGENES:
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/30/actualidad/1377879972_969661.html (retrato)
OEPM: patentes nº 138145 (firma), nº 138917, nº 341993 y nº 345961
European Patent Office (EPO): patente soviética nº 81140
http://unesdoc.unesco.org/images/0006/000662/066285eo.pdf (heliostato parabólico)
BIBLIOGRAFÍA:
RUIZ HERNÁNDEZ, Valeriano (ed.): La electricidad termosolar. Historia de un éxito de la investigación; CTAER, Tabernas, 2010.
RAMÍREZ NAVARRO, Antonio: Anarquistas y comunistas en la formación del movimiento obrero almeriense (1872-1939); Tesis doctoral, Universidad de Almería, 2014; en: http://www.todoslosnombres.org/sites/default/files/2014ramiranarq.pdf
THE UNESCO COURIER; nº 9, Año 11, setiembre de 1958; en: http://unesdoc.unesco.org/images/0006/000662/066285eo.pdf