Museo Virtual

Guastavino Moreno, Rafael

Sala de telares de la fábrica Batlló
Sala de telares de la fábrica Batlló
Patente estadounidense nº 323.390
Patente estadounidense nº 323.390
Patente estadounidense nº 336.048
Patente estadounidense nº 336.048
Biblioteca Pública de Boston
Biblioteca Pública de Boston
Estación de City Hall
Estación de City Hall
Patente estadounidense nº 915.026
Patente estadounidense nº 915.026

Guastavino Moreno, Rafael (1842-1908). Arquitecto e inventor español, renovador de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XIX. Nacido en Valencia, era hijo de un ebanista de origen catalán (aunque de linaje italiano) y el cuarto de catorce hermanos (de los que solo siete llegaron a la edad adulta). Rafael Guastavino se crió en un ambiente familiar proclive a las artes (él mismo tocaba el violín) y donde se profesaba el recuerdo hacia su abuelo paterno, Carlo Guastavino (1780-), constructor genovés de pianos, y especialmente hacia su tatarabuelo por línea materna, el arquitecto aragonés Juan José Nadal (1690-1763), responsable de la iglesia neoclásica de San Jaime en Villarreal (Castellón) y de una veintena más de grandes templos distribuidos por Teruel y Levante, en los que aplicó la técnica de la bóveda tabicada (o bóveda aparejada por el canto del ladrillo), la misma que emplearía su tataranieto y que en la segunda mitad del siglo XVIII había quedado en desuso a causa de su apariencia de liviandad.

Tras dejar los estudios (1857), Guastavino trabajó como delineante y mozo de los recados para un despacho de arquitectura. En 1859, se trasladó a Barcelona para emplearse en el próspero negocio de sastrería de un tío suyo. En 1861, ingresó en la Escuela de Maestros de Obra de la Ciudad Condal, donde permaneció hasta 1864, complementando su formación en la Academia de Bellas Artes de Barcelona y compaginándola con los trabajos en una fundición como ayudante de ingeniero y en el gabinete de arquitectura de Jerónimo Granell Mundet (1834-1899). En la Escuela, fue discípulo de Elías Rogent Amat (1821-1897) y de Juan Torras Guardiola (1827-1910), de quienes recibió tanto influencias estilísticas (neomedievalismo y modernismo) como propiamente técnicas (uso del ladrillo y del hierro, cálculo de resistencias). Aunque Guastavino no logró el título al no poder convalidar el período de prácticas por falta de tiempo, acabó recibiéndolo en 1872 a causa de su ya extensa experiencia profesional de arquitecto y contratista.

Entre 1864 y 1881, Guastavino proyectó, dirigió o promovió en Barcelona principalmente (pero también en la cercana Vilasar de Dalt) la construcción de más de una treintena de edificaciones, en especial viviendas y fábricas para la alta burguesía, además de monumentos conmemorativos y un teatro. Entre todas ellas, destacó la imponente fábrica textil de la firma Batlló Hermanos, sita en la calle de Urgel y reconvertida en 1908 como sede de la Universidad (hoy Escuela) Industrial de Barcelona. Realizada de 1868 a 1869, la fábrica Batlló ocupaba 6,25 hectáreas, tenía una capacidad máxima para casi 2500 obreros, estaba formada por dos edificios (uno para hilados y otro para tejidos) y disponía como elementos más destacados una fachada de mampostería y ladrillo visto elegantemente decorada, una gran escalinata de estructura abovedada y una enorme chimenea ortogonal de 60 metros de altura (para que los humos no afectasen a los obreros). Ahora bien, lo que causó una gran sensación en esta fábrica fue la sala subterránea de telares, de 7900 m2 y cubierta por series de bóvedas tabicadas descansando sobre soportes metálicos y provistas cada una de un óculo central para ventilación y entrada de la luz natural, todo lo cual proporcionaba un magnífico juego de perspectiva a la vez que un espacio diáfano, cómodo y útil para la actividad industrial.

Como arquitecto, Guastavino llevó a cabo una original modernización del método de construcción tabicada, ya conocido por los antiguos egipcios y asirios, de gran difusión durante el periodo medieval (sobre todo en la arquitectura musulmana) y también empleado en la época renacentista. El tabicado usaba elementos básicos de construcción como ladrillos y rasillas (un tipo de ladrillo hueco y delgado), puestos de plano y unidos por el canto mediante yeso y otras pastas a base de arcilla o cal. Las ventajas de esta técnica radicaban en el uso de materiales corrientes y baratos, en la simplicidad y rapidez de su ejecución (accesible a cualquier albañil conocedor de su oficio) y en su gran versatilidad para múltiples soluciones constructivas, generalmente en lugares como azoteas, bóvedas de escalera y bovedillas, pero sobre todo en grandes cúpulas, haciendo innecesarios en ellas los costosos y aparatosos encofrados y armazones (cimbras) y asimismo dotándolas con una asombrosa y misteriosa resistencia a tenor de su ligereza constructiva (solo dos gruesos de rasilla).

La técnica del tabicado tuvo una especial significación en las bóvedas catalanas. Inventadas probablemente en Valencia (1382), este tipo de bóvedas tuvo una amplia difusión durante el siglo XV en los territorios de la Corona de Aragón, extendiéndose en siglos posteriores (XVI y XVII) por la Península Ibérica, Francia, Italia y Argelia. Su denominación no solo aludía a su origen geográfico, sino también a la procedencia de los habilidosos albañiles que las realizaban. Se construían mediante la colocación sucesiva de varias hiladas de ladrillo, una encima de la otra, de manera que cada pieza iba dispuesta con la cara de mayor superficie orientada hacia el espacio a cubrir (a diferencia de la albañilería convencional) y luego mediante mortero era colocada la siguiente hilada con un poco de esviaje respecto de la anterior, para que no coincidiesen las juntas y, así, la estructura no tuviera puntos de fisura. Aunque una sola capa no soportaba el peso de la estructura, la unión de varias de ellas (no más de tres) sí proporcionaba la resistencia necesaria al mismo tiempo que una gran sensación de levedad.

El tabicado fue quedando poco a poco en desuso desde la Edad Moderna, debido al desarrollo de procedimientos basados en la resistencia a la gravedad por parte de los materiales (bloques de piedra o vigas), en virtud de que la fuerzas contrarrestadas de los mismos proporcionaba equilibrio al conjunto sin necesidad de considerar el poder cohesivo de la sustancia existente entre ellos, por lo que estos eran susceptibles de separarse uno a uno y después recomponerse de la misma forma o similar (como sucede en un mecano). La impresión de solidez de este paradigma arquitectónico (aunque más caro y complejo) unida a la poca fiabilidad del yeso (tendente a perder su resistencia y su capacidad aglomerante en lugares expuestos a la intemperie y a las alternancias extremas de humedad y sequedad) condujeron al paulatino desuso de la técnica de tabicado a lo largo del siglo XVIII, a pesar de sus ventajas económicas y su simplicidad operativa, si bien en Cataluña tuvo un cierto resurgimiento al menos desde 1840.

Básicamente, las novedades aportadas por Guastavino en el tabicado consistieron en introducir soportes metálicos en las bóvedas catalanas y, sobre todo, en sustituir el mortero de yeso por el cemento como materia cohesionadora de los ladrillos (algo que ya hicieron los romanos). Gracias a ello, Guastavino concibió un nuevo paradigma arquitectónico: la construcción cohesiva o construcción por asimilación, donde lo determinante (a diferencia del modelo mecánico o de gravedad) eran las propiedades de enlace de los distintos materiales, capaces así de imitar el proceso natural de formación de conglomerados por medio de una transformación más o menos rápida, de manera que los componentes no podían separarse sin destruir todo el conjunto. Frente al rígido equilibrio de fuerzas del modelo mecánico (donde el conjunto era el resultado agregado de la partes), Guastavino propuso un paradigma de carácter holístico, orgánico y sinérgico en el que la totalidad conllevaba la fusión integradora de sus elementos constitutivos, siendo la belleza (y no solo la funcionalidad o la solidez) el resultado lógico del trabajo arquitectónico.

El hormigón o cemento ya había sido muy utilizado por los antiguos griegos y, sobre todo, por los romanos, quienes emplearon diferentes mezclas de caliza calcinada, agua, arena, piedras trituradas, tejas, ladrillos y material volcánico (rocas, cenizas y tierras), dando como resultado un excelente mortero aglomerante con el que construyeron tuberías, puertos y estructuras (arcos y cúpulas) de diversos edificios (coliseos, basílicas, termas y panteones). Esta técnica permaneció olvidada desde la Edad Media y sólo resurgió cuando el ingeniero inglés John Smeaton (1724-1792) construyó en 1759 un faro a base de piedras unidas mediante un mortero de cal calcinada. Posteriormente, fueron inventados en Gran Bretaña y Francia diversos tipos de hormigón (Parker, 1791 y 1796; Frost, 1811; Dobbs, 1811; Vicat, 1818). Pero no fue hasta 1824 que se produjo una auténtica revolución en su fabricación, cuando el constructor inglés John Aspdin (1778-1855) obtuvo la patente británica (nº 5022) para una piedra artificial producida a partir de caliza arcillosa y carbón calcinados a alta temperatura y que denominó “Cemento Portland” por su parecido con la piedra existente en una isla homónima del sur de Inglaterra (cerca de la costa de Dorset). En Reino Unido, Alemania y Francia, el método fue perfeccionado de manera sucesiva en 1843, 1845, 1854, 1858 y 1867 respectivamente por William Aspdin (1815-1864), Isaac Johnson (1811-1911), William Wilkinson (1819-1902), Friedrich Hoffmann (1818-1900) y Joseph Monier (1823-1906) con diversas mejoras: incremento de la temperatura del proceso, abaratamiento de la producción, refuerzo mediante barras o mallas de hierro (hormigón armado) e invención del calcinador rotatorio.

Por tanto, cuando Guastavino realizó sus primeros edificios con su propio sistema, la tecnología del cemento todavía distaba de ser lo suficientemente madura como para alcanzar un empleo masivo que, además, no llegaría hasta el siglo siguiente. Asimismo, Guastavino se topó con la dificultad añadida de que por lo general el cemento Portland fabricado en España era escaso y de mala calidad, por lo que debía importarse desde Inglaterra. Con todo, aplicar el cemento como sustancia cohesiva de los materiales de construcción permitió a Guastavino abordar numerosas soluciones arquitectónicas, gracias la extraordinaria resistencia de los estratos de rasilla solidificados a las pocas horas con cemento, de manera que podían salvarse grandes espacios y al mismo tiempo soportar las pesadas cargas exigidas por los nuevos edificios residenciales o industriales, por lo que los habituales suelos entarimados en madera, poco resistentes y siempre amenazados de fuego, se volvían prescindibles.

En suma, el gran mérito de Guastavino fue triple: recuperar una técnica ancestral como el tabicado (dándola una difusión académica y comercial), modernizarla mediante la inclusión de fórmulas de cálculo y del cemento Portland y ofrecer a este material una nueva viabilidad arquitectónica a la par estética y pragmática. Por todo ello, y sin contar los extraordinarios logros de su etapa americana, puede considerarse a Guastavino artífice directo de la modernización del parque industrial y del urbanismo de una ciudad como Barcelona, por entonces en plena expansión demográfica y económica.

Otras edificaciones importantes de Guastavino fueron la casa del industrial textil gerundés Miguel Buxeda Creuhet (1819-1886), construida entre 1866-1871 en la Plaza de Cataluña y derribada en 1914, y el Teatro de Vilasar (1880-81), dotado de una cúpula tabicada de solo 5 cm de grosor para sus 17 metros de diámetro, con una flecha de 3,5 metros y un óculo central de 2 metros de radio, contenida por una faja de hierro integrada en la base y apoyada sobre 14 esbeltas columnas metálicas, a su vez apuntaladas por 13 bóvedas transversales ubicadas sobre el anfiteatro. Además de la fábrica Batlló y del teatro de Vilasar,  hoy en día siguen en pie nueve edificaciones catalanas de Guastavino (todas empleando el sistema de tabicado): vivienda de cuatro plantas del banquero Víctor Blajot en el 32 del Paseo de Gracia (1868), casa del sastre Manuel Galve (1870) en Sarriá (actualmente el Centro Cultural Orlandai), casa del fabricante de zapatos Pablo Montalt en el 11 de la calle de Trafalgar (1871), casa de Camilo Juliá en el 80 del Paseo de Gracia (1871-74 y reconstruida en 2013 para la firma Loewe), edificio de viviendas (Doctor Dou, 14) y casa en Sarriá (Mayor, 103) del naviero Ramón Mumbrú (1877 y 1880), casa y talleres del fabricante de vidrio Modesto Casademunt en el 3 de la calle de Aribau (1877-78), nave de la familia Estrany en Vilasar (1881-82) y fábrica textil Saladrigas en San Martín de Provensals (1883-84).

Gracias al éxito de la fábrica Batlló y de los encargos posteriores, Guastavino se granjeó un enorme prestigio y su método fue adoptado luego por numerosos arquitectos españoles, influyendo notablemente en los modernistas Antonio Gaudí Cornet (1852-1926), Luis Domenech Montaner (1850-1923) y José Puig Cadafalch (1867-1956). Los diseños de Guastavino participaron en la Exposición de Agricultura, Industria y Bellas Artes de Barcelona (1871), en la Universal de Viena (1874), en la del Centro de Maestros de Obra de la capital catalana (1876) y en la Universal de Filadelfia (1876). A esta última Guastavino envió, además de planos de varios de sus edificios, una novedosa propuesta denominada “construcción tubular” para la mejora de la sanidad en las ciudades industriales, siendo premiado con una medalla de bronce. La construcción tubular consistía en aplicar el tabicado a las paredes de los edificios (también a los suelos) mediante la creación de muros alveolados cuyas cavidades interiores interconectadas mediante conductos permitiesen aislamiento, ventilación, resistencia y ligereza, todo ello con el objetivo higienista (muy en boga entonces) de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores en sus viviendas y en las fábricas, así como de evitar los frecuentes incendios.

En 1878, Guastavino registró en el Conservatorio de Artes de Madrid un privilegio de invención (nº 5902) para proteger durante cinco años la propiedad sobre “un sistema de construcción de techos abovedados de inter-estribos y descarga”. Desgraciadamente, el expediente ha desaparecido (a causa de extravío o sustracción), por lo que resulta imposible conocer con exactitud el contenido de la invención a plasmar en la preceptiva memoria descriptiva o en algún plano, aunque muy presumiblemente tuviera que ver con la construcción tubular, con el método cohesivo o con algún procedimiento para realizar forjados en edificios de pisos. La información disponible de la única patente española de Guastavino son algunos datos administrativos como la concesión en 1879 y la declaración de la puesta en práctica en 1880. No obstante, se sabe gracias a un documento notarial de 1878 que Guastavino pretendió una explotación comercial de la patente, ya que alcanzó un acuerdo con cuatro albañiles barceloneses (distribuidos cada uno en una zona de la ciudad) para que le pagasen la mitad de un canon por longitud de fachada y número de plantas cada vez que hicieran uso del sistema privilegiado y también para que le recaudasen la mitad de las tasas de todo aquel que emplease la patente, todo ello después de que los albañiles le hubiesen abonado 500 pesetas (seis meses de salario de un oficial de la construcción) en concepto de premio por la concesión de la licencia de explotación del privilegio.

En 1881, Guastavino embarcó en Marsella (Francia) con destino a Nueva York, sin saber nada de inglés, con solo 40 dólares en el bolsillo y acompañado de su hijo pequeño, Rafael Guastavino Expósito (1872-1950), y de la niñera familiar (en realidad su amante). Las razones de este viaje sin retorno a los Estados Unidos no están lo suficientemente esclarecidas. Por un lado, hay que suponer razones profesionales, ya que el país ofrecía buenas oportunidades al encontrarse en un poderoso crecimiento demográfico e industrial que se traducía en una gran demanda de edificaciones. Igualmente, el cemento Portland que escaseaba en España no lo era en los EEUU, país que estaba muy sensibilizado con la seguridad contra el fuego tras el gran incendio de Chicago (1871), por lo que las cualidades ignífugas del método del tabicado resultaban muy prometedoras comercialmente. Además, la obra de Guastavino ya había sido reconocida en la Exposición de Filadelfia y encajaba estéticamente con los cánones historicistas de los movimientos arquitectónicos más pujantes en los EEUU, el neomedievalismo (inspirado en las formas románicas y góticas) y el “Beaux Arts” (defensor de la belleza en el arte civil).

Sin embargo, llama la atención que Guastavino abandonara España estando en la cima de su éxito y que, sobre todo, lo hiciera con tan escasos recursos económicos y sin su familia al completo. Por ello, hay que pensar en motivos de índole financiera y personal. Realmente, la situación económica de Guastavino era bastante delicada al depender de numerosos créditos y por haber sido desheredado a la muerte de su tío el sastre (1871). La razón de esto último hay que buscarla en el temprano, forzado y tormentoso matrimonio de Guastavino con su propia prima, a la que dejó embarazada al poco de instalarse en la residencia de sus tíos en Barcelona, dándola otros tres hijos más y multitud de aventuras extraconyugales, hasta que en 1881 el matrimonio se hizo insostenible ante la abierta relación del arquitecto con la niñera, la oposición frontal de su suegra-tía y la imposibilidad de controlar la rica herencia de su mujer.

En Nueva York, Guastavino estableció su residencia y realizó la mayor y más importante parte de su obra. Allí se encontró con un contexto favorable para el desarrollo de sus ideas arquitectónicas, especialmente en lo concerniente a la protección contra incendios y la construcción de bóvedas. La mayor parte de las viviendas en los EEUU estaban hechas con vigas de madera, pero con objeto de evitar su peligrosidad ante el fuego estaban siendo sustituidas en las nuevas construcciones por vigas de hierro fundido o por estructuras de hormigón armado. Sin embargo, para Guastavino ninguna de esas soluciones era la adecuada, ya que el hierro se colapsaba ante el fuego incluso antes que la madera, mientras que el hormigón era demasiado pesado y su empleo estaba a cargo de mano de obra poco cualificada. La solución pasaba, según Guastavino, por la técnica del ladrillo atirantado, es decir, el uso mixto del ladrillo (en muros, cubiertas, escaleras y elementos sujetos a compresión) y del acero laminado (para controlar y descargar los esfuerzos de las estructuras). Asimismo, el estilo neomedieval había estado de moda en los EEUU durante la década de 1870, produciendo una gran cantidad de bóvedas, pero que eran solo falsos techos, debido a lo caro de hacerlas de verdad y a la falta de tradición en las técnicas del ladrillo y de la piedra, por lo que introducir la bóveda catalana resultaba idónea a causa de su elegante efecto estético, su autenticidad arquitectónica, su resistencia a incendios y su bajo coste económico.

Gracias a las cartas de recomendación procedentes de Barcelona, en 1882 Guastavino pudo colocarse como articulista y dibujante en una revista neoyorquina de arquitectura y decoración. Un año después ganó el concurso (con un proyecto de estilo morisco) para el diseño de la sede del Progress Club de Nueva York, una institución privada perteneciente a la aristocracia judía de la ciudad. Aunque finalmente el edificio fue construido con otro proyecto del arquitecto hebreo de origen alemán Alfred Zucker (1852-1913), el premio permitió a Guastavino darse a conocer entre arquitectos y constructores, asentarse con cierta holgura en la ciudad e invertir en la edificación en la parte norte de la isla de Manhattan de dos casitas empleando su método cohesivo y a las que prendió fuego para demostrar a los escépticos la pertinencia y la viabilidad de sus ideas sobre la incombustibilidad del sistema de tabicado. Como consecuencia de ello, obtuvo en 1885 sus primeros encargos arquitectónicos, una sinagoga en la Avenida Madison y unas casas adosadas en el West Side.

En 1885, se presentó al concurso para la construcción del edificio de la Arion Society (un club promotor de la música alemana). Guastavino no lo ganó, sino que fue el prestigioso arquitecto Charles F. McKim (1847-1909), principal representante del Beaux Arts en los EEUU, cuyo proyecto precisamente recogía el mismo sistema ignífugo de bóvedas tabicadas propuesto por el español. Tal circunstancia condujo a Guastavino a buscar la protección de sus ideas mediante el registro ese mismo año de una patente estadounidense (nº 323.930) referida a la construcción de edificios (viviendas, fábricas, escuelas o teatros) incombustibles, resistentes, higiénicos y baratos, con especial atención a los tabiques, realizados con ladrillos y cemento según el mismo procedimiento ya empleado en España.

Entre 1885 y 1901, Guastavino obtuvo en la Oficina de Patentes y Marcas de los Estados Unidos (USPTO en sus siglas inglesas) nueve certificados a su nombre (amén de la patente ya citada), con los que protegió sus innovadores principios arquitectónicos (tabicado, bóvedas catalanas, sistema cohesivo y ladrillo atirantado) en relación a diversos elementos de las edificaciones (escaleras, suelos, techos, tejados, ornamentos, revestimientos cerámicos, bóvedas, cúpulas, arcos, forjados) construidos con los materiales habituales (ladrillos, azulejos, cemento, acero) y las virtudes características (incombustibilidad, solidez, ligereza, economía, facilidad de construcción, belleza) desarrolladas en sus obras y proyectos, incluyendo asimismo la invención de un horno continuo para fabricar productos cerámicos (baldosas vidriadas, mayólicas, esmaltados). A esta decena de patentes habría que añadir una última (nº 915.026) que le fue concedida póstumamente en 1909 (junto a su hijo, su socio y uno de sus empleados), cuyo objeto era una impresionante estructura cupular de albañilería y acero, de 61 metros de luz (la más grande hecha en ladrillo de haberse construido), destinada como receptáculo para conmemoraciones y exposiciones seculares o como elemento arquitectónico de grandes edificios (bibliotecas, museos, oficinas, almacenes o depósitos de seguridad) y que contaba con la peculiaridad de incluir railes interiores para el transporte de objetos y personas.

Estas patentes (en las que Guastavino siempre aparece con la ciudadanía estadounidense) no estuvieron exentas de controversia entre arquitectos americanos y españoles, ya que en sentido estricto no protegían ninguna novedad al estar basadas en una técnica conocida desde muy antiguo. Guastavino se defendió alegando que las novedades patentadas consistían en mejoras como el empleo del cemento (reduciendo la cantidad de yeso a una décima parte de lo habitual), las mayores seguridad y estabilidad constructivas, el uso decorativo del ladrillo y la aplicación a edificios industriales, comerciales o teatrales. Igualmente, reconoció que no pretendía con las patentes obtener un monopolio o buscar solamente beneficios económicos, sino proteger su trabajo intelectual y restringir que otros aplicasen su sistema sin tener la experiencia necesaria o los materiales adecuados, para así evitar accidentes, demoras en la construcción o despilfarros. Para Guastavino, patentar significaba una especie de recompensa a los esfuerzos y al capital invertidos, así como una garantía para adquirir a lo largo del tiempo elementos de seguridad y medios de abastecer al mercado con los materiales pertinentes y una mano de obra formada y experta, o incluso para proporcionar una base científica al sistema en cuestión.  Con este último propósito, Guastavino llevó a cabo en 1887 diversas pruebas de resistencia de sus bóvedas en el Instituto de Tecnología de  Massachusetts (MIT en sus siglas inglesas) y en una compañía neoyorquina.

En 1888, Guastavino participó con otros cinco socios (dos de ellos de procedencia española) en la constitución de un par de empresas con sede en Nueva York: la Phoenix Building Company (con un capital de 150.000 dólares) y la Tile Fire-proof Building Company (80000 dólares) con el fin de comercializar el sistema de construcción anti incendios del valenciano. En 1889, Guastavino fue contratado por el despacho de arquitectos del que era propietario McKim junto a William Mead (1846-1928) y Stanford White (1853-1906) con el objetivo de hacer las bóvedas de la monumental Biblioteca Pública de Boston (Massachusetts), cuyas obras se habían iniciado año y medio antes. El resultado fue espectacular, ya que en pocos días Guastavino fue capaz de movilizar una ingente cantidad de materiales y obreros, de modo que en apenas medio mes fueron sustituidos en dos plantas del edificio los forjados de hierro y los falsos techos de escayola del proyecto original (concebido por McKim) por las bóvedas tabicadas, con una superficie total de 465 m2 a razón de 37 diarios, configurándose así el amplio espacio deseado por el autor del proyecto y que no conseguía culminar. Además, el acabado estético era impresionante, al seguirse la idea de Guastavino de emplear rasillas vidriadas, visibles a simple vista y dispuestas según varios diseños geométricos realizados por él.

Guastavino obtuvo por su trabajo algo más de 85000 dólares (para solo un 4 % del total del edificio), lo que le permitió liquidar las empresas anteriores y fundar una nueva con sede en Nueva York y oficina en Boston (durante la siguiente década también en Minneápolis, Chicago y Providence): la Guastavino Fireproof Construction Company (1889), en la que tuvo como socio al contable William Blodgett (1864-1931) a fin de poner orden en las finanzas y de bregar con los aspectos mercantiles. Asimismo, el prestigio de la obra realizada en Boston hizo que Guastavino ofreciera dos conferencias públicas a finales de 1889 en el MIT incluyendo demostraciones de su sistema mediante la construcción de dos arcos. En 1890, la empresa fue rebautizada con el nombre de Guastavino Company (como R. Guastavino Co. desde 1897) y estableció una fábrica de ladrillos en Woburn (Massachusetts) para abastecerse de un material que era escaso en los EEUU. Los ladrillos eran de terracota, de 15x30 cm de base y un grosor de 2,5 cm, moldeados en grupos de seis de acuerdo a un procedimiento, inventado por Guastavino y registrado en 1895 bajo patente (nº 548.160), que facilitaba la separación de los bloques tras la cocción. En 1903, la fábrica era capaz de producir 200.000 ladrillos anuales. En 1907, era inaugurada otra fábrica para materiales cerámicos, también en Woburn y diseñada por Rafael Guastavino hijo (aunque no con el sistema paterno).

Tras el éxito de la Biblioteca Pública de Boston, se produjo una auténtica fiebre por construir bóvedas catalanas que hizo a Guastavino uno de los arquitectos más prestigiosos de los EEUU. La amplitud de esta moda fue tal que hoy en día es muy complicada de cuantificar y catalogar. Al menos, Guastavino se encuentra involucrado personalmente en 360 edificaciones neoyorquinas y alrededor de un centenar en Boston, en general grandes obras públicas (estaciones de tren, puentes, bibliotecas, universidades), pero también templos y mansiones.

En 1891, se encargó de las bóvedas del vestíbulo del Carnegie Hall de Nueva York. En 1893, realizó el Pabellón de España en la Exposición Universal de Chicago. En 1895, se ocupó de las bóvedas, lujosamente decoradas con azulejos, de la mansión Biltmore en Ashville (Carolina del Norte), propiedad del magnate George W. Vanderbilt II (1862-1914). En 1897, hizo las cúpulas de las universidades de Nueva York y Virginia. En 1901, 1903 y 1905, llevó a cabo tres enormes cúpulas (de unos 20 metros de luz) respectivamente para el Instituto de Artes y Ciencias de Brooklyn (Nueva York), el Banco de Montreal (Canadá) y para el Capitolio del Estado de Minnesota en Saint Paul.

En 1904, construyó las bóvedas de la estación de City Hall del metro neoyorquino, espacio compuesto de 50000 rasillas de diferentes colores y con disposición en espigado, cuyas simplicidad y belleza (concebidas para seducir a unos usuarios todavía reacios a viajar en el novedoso medio de transporte) han llevado a calificarlo de “Mona Lisa de las estaciones de metro” o “catedral subterránea”. Entre las estaciones ferroviarias se encuentran las de Hoboken (Nueva Jersey, 1907) y Birmingham (Alabama, 1908). En 1908, realizó la cubierta de azulejos vidridados blancos para la entada desde Manhattan del Puente de Williamsburg sobre el río Este.

En cuanto a los templos, son destacables sendas cúpulas (de 27,4 y 18 metros de luz cada una) para la sinagoga Rodef Shalom en Pittsburgh (Pensilvania) y para la capilla de San Pablo en la Universidad de Columbia (Nueva York), ambas de 1907, o la impresionante de 41 metros para la Catedral de San Juan el Divino también en Nueva York (1908).

Una de las inquietudes de Guastavino fue la de encontrar una formulación científica que diera cuenta del enigma de la solidez de las bóvedas catalanas en su apariencia tan ligera. A partir de los experimentos realizados en 1887, Guastavino pudo calcular las condiciones materiales y formales de bóvedas y cúpulas tabicadas que demostraban la superioridad del sistema cohesivo respecto del de gravedad, lo que fue confirmado en 1891 por el ingeniero del MIT Gaetano Lanza (1848-1928) mediante unos ábacos automáticos para calcular las distintas tensiones de los diferentes tipos de bóvedas. Guastavino publicó sus investigaciones científicas en los libros Cohesive Construction (1892) y Function of Masonry (1904).

A la edad de 66 años, Rafael Guastavino falleció a consecuencia de una afección pulmonar en su residencia de Black Mountains (Carolina del Norte), construida por él mismo en 1895. Gracias a la labor de su hijo al frente de la compañía (hasta 1943), su huella se mantuvo visible en cerca de 600 edificios presentes en 35 estados norteamericanos, algunos muy emblemáticos de ciudades como Nueva York (Estación Central, Museo Americano de Historia Natural,  Iglesia de San Bartolomé, Hospital Monte Sinaí), Washington (Corte Suprema de los EEUU, Museo Nacional de Historia Natural), Filadelfia (Iglesia de San Francisco de Sales) o Pittsburgh (Union Station).

Autor: Javier Ezcurdia Arzola

Editor: Luis Fernando Blázquez Morales

BIBLIOGRAFÍA

IMÁGENES:
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/6e/Rafael_Guastavino_Moreno.jpg (retrato)
USPTO: patentes nº 323.930, nº 336.048 (firma) y nº 915.026
http://mtvo-bcn.blogspot.com.es/2011/12/can-batllo1849-1889-la-ciudad.html (fábrica Batlló)
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a1/USA_Boston_Public_Library_1_MA.jpg (Biblioteca Pública de Boston)
http://www.jamesmaherphotography.com/print_show_larger/354 (City Hall Station de Nueva York)
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HUERTA FERNÁNDEZ, Santiago (ed.): Las bóvedas de Guastavino en América; Instituto Juan de Herrera, Madrid, 2001.
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REDONDO MARTÍNEZ, Esther: Las patentes de Guastavino & Co. en Estados Unidos (1885-1939); IIIº Congreso Nac. de Hª de la Construcción, Sevilla, 2000; en: http://oa.upm.es/22068/1/Redondo_2000_Las_patentes_de_Guastavino_en_Estados_Unidos.pdf
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- Los Guastavino y la bóveda tabicada en América; Informes de la Construcción, Vol. 56, nº 496, marzo-abril 2005; en: http://informesdelaconstruccion.revistas.csic.es/index.php/informesdelaconstruccion/article/viewFile/494/568
- Las bóvedas de Guastavino: el arte de la rasilla estructural; Ayuntamiento de Barcelona, Barcelona, 2014; en: http://issuu.com/papersdoc/docs/guastavino_spanish_v
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