Bell, Alexander Graham (1847-1922). Aunque acabaría naturalizándose estadounidense en 1882, A.G. Bell fue un inventor y empresario de origen escocés, nacido en Edimburgo el 3 de marzo de 1847 en la calle nº16 de South Charlotte Street. En la fachada de su casa figura una placa conmemorativa que fue inaugurada el 24 de noviembre de 1937 por el presidente de la Institution of Electrical Engineers, Sir Georges Lee.
Es en Edimburgo donde A.G. Bell realizó sus estudios, en concreto, en la Royal High School. Aunque no fue un estudiante brillante, ingresa en la Universidad de Edimburgo graduándose finalmente en la Universidad de Toronto. A.G. Bell se dedicó a la educación de las personas sordomudas (su madre y su mujer lo eran) al proceder de una familia de dos generaciones dedicadas a la enseñanza de la articulación del lenguaje. Su abuelo, Alexandre Bell, había sido una autoridad en la materia y su padre Alexandre Melville Bell había inventado un sistema conocido como Visible Speech o lenguaje de signos. En 1870 la familia emigra a Canadá, en concreto a Ontario. La fama de padre e hijo alcanzó tal fama que en abril de 1871 comienza a impartir clase en la Boston School for Deaf Mutes al rechazar su padre el puesto. Autodidacta, al año siguiente funda una escuela para sordomudos donde aplicó con gran éxito el sistema del “lenguaje visible”, creado por su padre. Su reputación fue tal que en 1873 se creaba una cátedra en la Universidad de Boston donde ejerció de profesor de Fisiología Vocal y de Fonética.
Parte de sus estudios se centraron en el potencial de la electricidad sobre la reproducción del habla, de ahí la idea del teléfono parlante (speaking telephone). Bell no era el único detrás de esta idea. Muchos inventores habían tomado como punto de partida la telegrafía pero sería la fusión de la acústica y la electricidad la que diese lugar al teléfono. De hecho, los descubrimientos de los tonos galvánicos o música galvánica de los físicos americanos Page y Henry en 1837 tienen mucho que ver con este invento. Estos científicos habían observado que si se enrollaba una barra de hierro con un hilo de cobre (electro imán) podía al magnetizarse y desmagnetizarse gracias a la corriente galvánica que pasa a través del hilo enrollado e interrumpido por cambios en la corriente eléctrica dar lugar a sonidos. Este fenómeno está detrás del primer teléfono eléctrico ideado por Philippe Reis de Friedrichsdorf, quien en 1861 presentó en la Sociedad de Física de Francfort-sur-Mein, un artefacto que transmitía sonidos musicales a distancia e incluso palabras, aunque de forma bastante imperfecta.
Bell combinaría su gran conocimiento sobre los sonidos y la vibración de éstos en el aire con sus conocimientos sobre la electricidad. Asociado con su ayudante Thomas A. Watson, en 1875 desarrollaron juntos el “telégrafo armónico”, capaz de enviar más de un mensaje a través de un cable eléctrico. Aunque la solicitud de la patente (pat.174.465) fue depositada en febrero de 1876 en la United States Patent Office, el teléfono se materializa el 10 de marzo de 1876 cuando en el laboratorio se oyó la voz de A.G. Bell pronunciando por primera vez una frase a través de un instrumento que convertía los sonidos en impulsos eléctricos: “Mr. Watson.Come here. I want to see you.” Ese mismo año se presentaba el invento en la Exposición de Filadelfia donde obtuvo la Medalla de Oro para equipamiento eléctrico gracias al apoyo expreso del emperador de Brasil Pedro II y el físico William Thomson. Ante las posibilidades comerciales, decidió formar una empresa (1877), la Bell Telephone Company.
El teléfono de Bell funcionaba mejor como receptor que como transmisor. Ese inconveniente sería resuelto por David Hugues y su micro-teléfono de carbón que a su vez fue mejorado por Hunnings. El aparato iría incorporando mejoras de forma progresiva gracias a la inclusión de circuitos, batería, timbre, etc. La instalación de los teléfonos fue acompañada de la publicación de folletos e instrucciones explicativos para facilitar su uso doméstico. Las utilidades de dicho invento fueron múltiples, desde la industria a la política o el ámbito privado, de ahí su gran acogida. La primera central telefónica fue creada en enero de 1878 en New Haven Connecticut, con tan solo 8 abonados. A lo largo de 1879 en Europa, en concreto en Gran Bretaña comienzan a proliferar centrales en Londres, Manchester, Liverpool, Sheffield, Glasgow y Edimburgo.
Se le concedieron patentes en América, Inglaterra, Francia entre otros países. Sin embargo, y a pesar de que Alemania fue una de las primeras naciones en adoptar el teléfono (1877), la patente fue rechazada en este país. Esto provocó que se multiplicasen las falsificaciones e imitaciones de los teléfonos de Bell que no solo se vendieron en Alemania sino por el resto de Europa. En Francia se tuvo que difundir a través de la prensa de la época un aviso explicando que los auténticos teléfonos debían llevar la marca de fábrica impresa para poder distinguirlos de los falsos. En España, A.G. Bell registró su famoso invento en dos ocasiones, en 1877 y 1881 (priv. nº 5.766 y pat. nº 1.771). La patente tuvo que afrontar además diversos litigios emprendidos tanto por particulares como por empresas (Gray, Meucci, Western Union, Globe Telephone) que no cesarían hasta 1897, cuando la Corte Suprema de los EE.UU. sentenció a favor de Bell.
Con los 50.000 francos del premio de la Academia Francesa de Ciencias a los logros en electricidad (1880) Bell fundó el Laboratorio Volta en Washington. Ayudado por el mecánico C. S. Tainter, de ese laboratorio salieron inventos como el grafófono, antecedente del gramófono y el tocadiscos, al emplear un disco de cera para grabar sonidos; el fotófono (1880), para transmitirlos mediante la luz; o el audiómetro, para medir la sordera. Nacionalizado estadounidense y dueño de una considerable fortuna, en 1885 creó en Nueva York la American Telephone and Telegraph (ATT).
Interesado también por la aeronáutica, Bell patentó en 1903 una cometa de diseño tetraédrico (antecedente del ala delta), muy ligera y resistente, que fabricó años después en Canadá con la idea de emplearla como medio de transporte. Junto al aviador G. H. Curtiss, inventó los alerones y el dispositivo de aterrizaje sobre tres ruedas (1907), así como un aeroplano, el “Silver Dart” (1909). En 1920 patentó el “Hydrodrome”, un barco-deslizador capaz de alcanzar la velocidad record de 113 km/h. Además, patrocinó varias instituciones filantrópicas como el Volta Bureau (1886), para luchar contra la sordera, o el National Geographic (1897).
A.G. Bell falleció en Baddeck (Canadá) en 1922. Ochenta años más tarde (2002) el Congreso estadounidense reconocería la paternidad del teléfono al italo-americano Antonio Meucci, que en 1871 no pudo recibir protección por su “teletrófono” al no haber completado los pagos de una patente y al perder la reclamación interpuesta por el inventor italiano en 1876 al extraviarse misteriosamente los modelos de funcionamiento de su primer modelo ideado en Italia en 1834.
Autores: Luis Blázquez y Nadia Fernández de Pinedo