Museo Virtual

Patente nº 62868

Un juguete, con figuras articuladas, imitando diferentes acciones.

Esta patente, concedida en 1916, versa sobre un tipo de juguetes articulados que hasta hace no muchos años servían de elemental entretenimiento y distracción a niños por completo extranjeros de un sofisticado mundo digital que ni estaba ni se le esperaba. Asomarnos a este invento tan poco complejo no deja de suscitar cierta melancolía hacia un tiempo, ya irrecuperable, en el que la infancia podía divertirse, como quien dice, con apenas cuatro cosas, pero a través de infinitas dosis de una creativa imaginación.

Construido en madera, el juguete podía usarse con una sola mano, apretando con dos dedos unas piezas de modo que un sencillo mecanismo comunicaba el movimiento (mediante resortes y muelles o también sin ellos) a unas figuras articuladas, en este caso un gato y un perro, situadas sobre unas varillas o vástagos, simulándose con ello la proverbial enemistad entre felinos y cánidos o, igualmente, otras posibles circunstancias semejantes, como la de dos púgiles en lucha.

El inventor de este juguete se llamaba José Salvador Ropero, natural de Almería y afincado en Barcelona, ciudad en la que falleció en 1931, dato que sabemos gracias a una nota necrológica publicada en el diario La Vanguardia el día 20 de marzo de aquel año. De profesión dibujante-pintor, Ropero era dueño y director comercial de un negocio en la Ciudad Condal (y con sucursal en Gerona) dedicado a la fabricación de artículos patentados de su propia invención. Fue un prolífico innovador que registró entre 1909 y 1925 un total de 40 patentes españolas, aunque también cinco francesas (una en 1911 y el resto en 1918) y otra británica (de 1910).

La inventiva de Ropero abarcó una gran diversidad de objetos: cerraduras y candados de seguridad, tiradores para puertas, fallebas para balcones, aparatos automáticos para trazar líneas, máquinas de escribir, interruptores eléctricos, frenos y timbres mecánicos, elementos ferroviarios (cambios de agujas, enganches, señalizadores), indicadores de la marcha de los automóviles por medio de la electricidad, tarjetas postales, dispositivos publicitarios, películas y sistemas de cinematografía, juguetes y muebles.

Entre toda esa amalgama de patentes, destaca una en especial, la concedida en 1910 con el nº 49039 para el “cinéfono”, un pionero procedimiento de hacer cine sonoro, algo que no llegará a ser viable industrialmente hasta dos décadas después. El cinéfono de Ropero se basaba en la sincronización entre el proyector de películas y el gramófono. Aunque este invento suyo no llegó a tener ninguna aplicación comercial debido a su complejidad, sí que tuvo una cierta relevancia, ya que fue presentado ante periodistas y técnicos en la Biblioteca Ferroviaria Internacional de Barcelona, noticia de la que se hizo eco el semanario Nuevo Mundo en su número 884 del 15 de diciembre de 1910, que se encuentra digitalmente accesible en la Biblioteca Nacional de España y donde puede apreciarse el único retrato fotográfico disponible del inventor.

Autor y editor: Luis Fernando Blázquez Morales