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Patente nº 40269

Un resultado industrial consistente en monederos o bolsos de toda clase de metales y pieles, dimensiones y formas presentando un reloj en el costado de sus boquillas de enganche, sean éstas lisas, bruñidas o decoradas y con la forma que se las quiera aplicar.

En 1907, José Canet Guitard, un propietario con residencia en el municipio menorquín de Ciudadela, registró un “monedero-reloj”. El invento pretendía aprovechar la difusión universal de bolsillos-monederos, por entonces al alcance de, precisamente, cualquier bolsillo, valga la redundancia. La sencilla novedad estribaba en incluir un reloj en uno de los costados del complemento y, con ello, hacerlo doblemente útil y más atractivo. El cronómetro podía ir incrustado o integrado en el monedero, ubicado en uno de los costados de la boquilla con el fin de ser más fácilmente visible por el usuario. A su vez, el bolso aceptaba cualquier forma o dimensión, pudiendo estar hecho en metal (oro, plata, acero) y también en piel. Asimismo, la boquilla donde se situaba el reloj podía ser lisa, de forma arqueada o recta, y estar adornada con estampaciones o grabados, cincelada o bruñida.

Aunque esta patente parezca muy simple, no deja de tener relación con el famoso aserto de que el tiempo es oro. Pues allí donde el dinero es guardado, para ser transportado con orden y sin que se pierda por el camino, resulta muy conveniente el reloj: saber cuándo gastamos y cuándo recibimos monedas, saber si las tiendas están cerradas o abiertas, si nos da tiempo a comprar esto o aquello. En su sencilla inocencia, esta patente estaría reflejando la necesidad de controlar los tiempos de consumo y de ahorro por parte de los individuos durante sus quehaceres mundanos.

La patente de este “monedero-reloj” caducó al no presentarse a la comprobación administrativa de su utilidad. Pero no fue la única ocasión en que su inventor, probablemente platero de oficio, acudió al sistema español de propiedad industrial. Un año antes, en 1906, había protegido un procedimiento para plegar las mallas de los monederos de plata al ser enganchadas en las boquillas (patente nº 38916). Más adelante, en 1914, recibió una marca de fábrica (nº 24960), para bolsillos de plata y también zapatos de todas clases (una industria muy activa y típica en el archipiélago balear), que contenía el lema latino “LABOR CUM PROBITATE” (Trabajo con honestidad).

Autor y editor: Luis Fernando Blázquez Morales